“Desde la cuna a la sepultura, al amparo del bosque”, así rezaba la frase con la que nuestros profesores nos incentivaban a estudiar en la Universidad. Sin duda ellos sabían lo profundo de dicha frase respecto de este recurso natural renovable.

Cada 21 de marzo con distintos lemas, celebramos el Día Internacional de los Bosques, ocasión que aprovechamos para comprometer nuestro trabajo en el manejo, uso y cuidados de los bosques, puesto que estamos al tanto de su significado para la vida. Este año, el lema de la celebración hace alusión a la satisfacción de las necesidades de la sociedad por productos del bosque y la responsabilidad que tenemos con la sostenibilidad de este.

Pero, ¿cuáles son los “productos” del bosque?
La mayoría, mientras toma una rica taza de café, o bebe un vaso de leche, puede imaginar la respuesta inmediata: “¡la madera y sus subproductos!”. Quienes vivimos con y para el bosque, integramos el mismo café, la leche, el vaso de agua que calma nuestra sed, los medicamentos que calman la fiebre, el cuaderno de nuestros apuntes, los textiles que resguardan el cuerpo y las heridas, e incluso las vacunas que controlan y minimizan los efectos de la COVID-19. Todos, e incluso muchos más productos, provienen del bosque. El agua que disuelve el café, el agua que riega la pradera donde pastorea la vaca que produce la leche, los medicamentos que se extraen de los metabolitos que produce la mayoría de las plantas, muchas de la cuales, inicialmente, estaban creciendo libres en los bosques del mundo y que ahora son domesticadas para hacerlas más eficientes o para reducir el impacto ecológico de su consumo masivo.

Por eso, la humanidad no puede darse el lujo de perder más bosques, de dejarlos morir a merced del cambio climático, que vergonzosamente hemos originado como especie. Debemos actuar. Nuestra responsabilidad como especie debe ser puesta en cuestión y debemos esforzarnos por lograr mejorar el manejo de los bosques para asegurar una producción sostenible, resguardando los derechos de nuestro futuro.

Quienes nos dedicamos al estudio y manejo de los bosques, nos esforzamos y nos comprometemos durante toda la vida a su cuidado, manejo y protección. Esta dedicación implica un compromiso con la sociedad por obtener los productos que se requieren, pero manteniendo como objetivo principal la sustentabilidad del recurso. En este ámbito, debemos entender que cada bosque, cada formación arbórea cumple un rol fundamental en la naturaleza. Así, los hay aquellos que resguardan nuestra propia existencia como especie, dedicados a la conservación de la biodiversidad de flora y fauna, la protección de los cauces para mantener la provisión de agua para todos los ecosistemas, la absorción de CO2 reduciendo el efecto invernadero.

También existen bosques que con su sola existencia, mejoran la calidad de vida de las personas y su entorno, que revitalizan la naturaleza espiritual y humana, que permiten con un solo paisaje, volver los ojos al cielo y regocijarnos de la vida.

Otros bosques, cultivados, también denominados bosques plantados, suelen ser objeto de críticas por su masividad y los efectos negativos en el ambiente, donde en algunos casos son vistos y catalogados como “afuerinos avecindados”, que vienen a alterar las formaciones naturales. No obstante, también cumplen un papel fundamental para nuestra sociedad. Convierten suelos baldíos en suelos altamente productivos. Con sus altas tasas de crecimiento y alta productividad descomprimen la presión de demanda por productos desde los bosques nativos. Es verdad que suelen producirse externalidades negativas, por las grandes extensiones de cultivo y los riesgos que ello implica. Pero eso no es culpa de las especies, sino de las deficientes técnicas de cultivo y producción que se han venido aplicando, y que afortunadamente están en retirada. Las plantaciones forestales de rápido crecimiento, nos guste o no, son una herramienta clave para el logro de importantes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), tales como la erradicación de la pobreza y la mitigación del efecto invernadero.

Visto así, el lema de este Día Internacional de los Bosques: “Bosques: Consumo y Producción sostenibles”, debe invitarnos a mirar las formaciones arbóreas de otra forma, como parte de nuestras vidas, como aliados en la mejora de las condiciones de vida de muchos de nosotros. De la misma manera, nos debe comprometer a la búsqueda de conocimiento para optimizar su preservación, conservación, manejo y cultivo, en la medida que sus características lo permitan.

Dr. Manuel Sánchez Olate
Decano Facultad de Ciencias Forestales
Universidad de Concepción

 

Facultad ciencias forestales

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